Aunque desde hace algunas décadas puja por abrirse paso una apertura significativa en diversos espacios, incluida la literatura, históricamente la sexualidad y el deseo —en especial desde la perspectiva femenina— han sido temas tabú. Y puede que haya ido despuntando una tendencia a considerar el sexo como una pulsión natural, pero lo cierto es que aún se hace presente la censura a través de la omisión deliberada, la prohibición de publicaciones, la limitación en la distribución o el acceso a ciertas obras o la presión social e institucional para evitar estos temas, e incluso la autocensura del autor que decide evitar las descripciones explícitas y vestir de metáforas lo que quizás sea más propio llamar eufemismos.
La novela La siesta del carnero, de Ramona Gautier —seudónimo de la española María Gutiérrez—, parece darle un toque de atención al lector en este sentido. La apasionada relación entre Leo y Sara, a mediados de los años 80, se narra aquí a través de las cartas que la primera le envía a la segunda y en las que recorre todo el espectro expresivo comprendido entre la ternura, la sensualidad, la pasión y el erotismo. Y no es que no haya metáforas, que las hay, pero el discurso epistolar aborda el amor y el deseo olvidándose de convenciones sociales (y también literarias, por qué no decirlo) y desgrana sus escenas sin la necesidad de justificarlas dentro de la trama.
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