La vi por detrás. Como un cuervo vencido se acercaba al macizo de rosas. Apuntó a las flores con la regadera y el agua le empapó las chinelas.
Los perdió a los tres. Murió el viejo y detrás marcharon los hijos. Con los pies mojados cerró la puerta y no volvió a salir.
La mañana que se negó a abandonar la cama marchitaban los rosales que secaron cuando ella dejó de comer.
La hallamos fría en el lecho en el que amó y parió, sin enfermedad ni diagnóstico.
La enterramos junto a ellos.
María Gutiérrez
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