Cuando la conocí todavía ejercía. Era una provocadora a la que le gustaba echarse los güisquis en una boca salpicada de dientes de oro y llena de palabras mientras los hombres la miraban, aunque nunca la vi con ninguno en particular. Me encantaba contemplarla, me provocaba una satisfacción que por aquella época no entendía, una curiosidad que se extendía a todo su entorno, tan fascinante me resultaba; por lo que me contrariaba que mi padre y los demás se la comieran con los ojos y fueran criticando más tarde el lenguaje soez del que hacía gala y otros descaros suyos.
Se expandía en el sillón de mimbre de la terraza con el vaso en la mano y las piernas abiertas, mostrando unos muslos deseables aún que yo observaba imaginando los cientos de hombres que los habían sobado, en cola para disfrutarlos de nuevo, y me excitaba.
Fue desde entonces parte de mi universo, una fracción arcana, ya que todos mis esfuerzos detectivescos por desentrañar sus secretos resultaron inútiles. Clara, su sobrina, mi amiga, no soltaba prenda, con lo que en torno a Aurora el misterio se iba haciendo más grande cada día y mi deseo por ella crecía también.
𝘔𝘢𝘳í𝘢 𝘎𝘶𝘵𝘪𝘦́𝘳𝘳𝘦𝘻
Se me iban los días inclinada sobre colorines y cuentos de huérfanos extraviados en bosques remotos y hazañas de héroes con espadas; me tumbaba boca abajo en el suelo para contemplar durante horas en el atlas desgastado los países que visitaría de mayor. Acariciaba aquellos pedazos de tierra marrón con la yemita de mi dedo y aparecían las manadas de búfalos pastando en la llanura, que se arrancaban de repente en una estampida ciega, incierta; los pingüinos corriendo hacia el agua sobre la plataforma de hielo; las nutrias gigantes retozando a la orilla del río; las manadas de elefantes atravesando la sabana, a vista de pájaro. Cada vez que lo abría era como abrir la puerta y adentrarme en el mundo. El mundo existía lejos, más allá de las fronteras de la isla. Fuera me esperaban tantas aventuras fascinantes; tantos países que un día exploraría… Y quería saber más. Y preguntaba, y preguntaba, e imaginaba. Mi atlas, los colorines, el diccionario, Twain, Verne. Los libros. Las palab...
Como todo lo que escribes, genial.
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