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Justas

No quiero. No sé. No me sale.
Allí las dos, como dos pollabobas sentadas en nuestras sillitas, frente a mamá. Dos agujas cada una; la de la derecha al aire, la de la izquierda sujeta bajo el sobaco.
Venga, mira  tu hermana qué bien lo hace.
La miro y me asombra su destreza. Bailan codos y muñecas danzas de vientre ensartando hilos con choques de metal: tic-tac, tic-tac, crece la bufanda. Decrece su madeja, aumenta el abriguito de su muñeca; merma la lana y su rojo me pinta los cachetes.
Anímate. Ya verás que divertido es.
Que no, que no me sale.
La miro otra vez. El patuco casi está.
Quiero cabalgar. Enganchar sortijas con mi lanza. Embestir con ella al caballero negro y derribarlo. Dirijo al galope mi montura hacia él; golpeo su pecho con mi lanza y cae de su silla.
Ríndete, bellaco.
Levanto el yelmo para descubrir sus facciones y de debajo de la cesta de los hilos surge, enfurecida, la cara de mi madre.
Acabo de liberar a la princesa de las garras del malvado.

Foto: Raúl Díaz (La graja/Flickr)


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