Hoy, obsrvando a mi perro, he comprendido, por fin, el significado de las referencias. Si le cambio un objeto de sitio, se machaca. Si lo cojo en brazos y lo dejo en cualquier otro lugar, se paraliza; no se mueve porque no sabe dónde está. Sus puntos cardinales son la cuna, el bebedero, el plato y las puertas de salida de la casa. En el jardín, si muevo una maceta, se pierde y se pone a dar vueltas buscando el principio del camino de regreso, un espacio familiar para poder situarse. Mi perro se desplaza contando pasos y escalones, olfateando obstáculos y esquinas guíado por su magnífica brújula. Yo no he perdido, aún, los sentidos de la vista y del oído como mi mascota, y, sin embargo, me perdí hace tiempo, desorientada mi brújula interna -que la tengo, como él- y el paisaje se me desdibuja, y me golpeo, y no puedo regresar a casa, tanto tiempo añorada. He de reactivarla, o arrancarla de las manos ajenas donde la deposité algún día...