Déjame besar tu axila, respirar el curry de tu piel ignota. El techo me aplasta. Por momentos la estancia parece expandirse a tu olor del jengibre, y olfateo rincones, tules, las sábanas, aún calientes, donde tu cuerpo ahuecaba reina luisa; pueblan tus aromas pasillos y cuartos, y vuelven a la cocineta tus manos mariposeando perolas de cilantro florido, manos de bollos tiernos, de morones de Ibrahim, mantecados que diluyen mi paladarparaíso hasta el cielo. Otra vez el hedor abraca el aire y me asfixia, y escupen mis pulmones claveles podridos. Boqueo y huelo la granada abierta de labios calientes, boca con boca, abducidora insaciable; aspiro tus muslos largos, perfume a madera; y miro tus ojos azulverdosos, verdeazulados, que regresan al mar gris, buscando quéquién sabe, fuera de tu pecho, de tus pezones malva de canela y miel, que me saciaron en tu cintura breve, ah...